sábado, 2 de junio de 2007

Me he encontrado esto y no me resisto a ponerlo..

Ojalá lo hubiera escrito yo, pero no es así, pertenece a http://fbenedetti.blogalia.com/historias/8607 , me ha gustado tanto que me permito el lujo de copiarlo a mi blog.


Hay muchas buenas razones para seguir siendo un soltero.

Esto el profano no lo percibe de inmediato. Muchos siguen soñando con el Amor de su Vida, anhelando pasar momentos inolvidables con su pareja, y patatín y patatán. La realidad es bien distinta, y los solteros lo sabemos bien, por eso preservamos nuestra condición de forma tan resuelta. Las ventajas de ser un soltero, de hecho, superan a las desventajas. Pasemos sin más a enumerar algunos de los problemas que surgen cuando perdemos la condición de soltería. Para mayor comodidad, los he clasificado por contextos.

- En Casa

Los solteros necesitamos un espacio vital propio. Vivir con otra persona puede causar inmensos problemas de todo tipo. La Casa posee muchos ambientes distintos, que merecen un tratamiento pormenorizado.

· En la Cama

La vida en la cama es lo primero que se añora y lo primero que se detesta. No todo es sexo - qué más quisiérais. El soltero dispone de una cama para él solo: compartirla con una mujer es una fuente de graves problemas. Para empezar, conflictos a la hora de aprovechar la manta, robos de almohada, pies helados que de repente golpean los tobillos, rodillazos en las partes íntimas, ventosidades nocturnas que despiertan incluso al perro del cuarto piso, pesadillas nocturnas de ella, peticiones de agua fresca o patatas fritas, y un largo etcétera.

El soltero ya no puede leer cuando le da la gana, ni roncar a pierna suelta. Tampoco puede dormir desnudo, por obvias razones de diplomacia erótica. No puede moverse demasiado, ni hacer ruido, o despertará a su compañera. Tampoco puede dormir con su iguana, ver documentales en La 2 hasta las cuatro de la madrugada, o ponerse a escuchar Rage Against the Machine con el mini-disc. Ni siquiera puede masturbarse.

· Cuarto de Baño

La pérdida de la intimidad es evidente. Si antes el soltero podía quedarse media hora sentado en la taza leyendose el último número de "Caza y Pesca" o "Motor 2000", ahora tiene que sacrificar su tiempo con su compañera sentimental, que abusa del cuarto de baño de forma insospechada. Ella tarda entre cinco y seis horas para ducharse, gastando una cantidad de agua equivalente a la de un pequeño embalse. Si elige bañarse, ya ni os digo.

Cuando sale de la ducha, el cuarto rebosa de vapor perfumado, que hace imposible las tareas de afeitado y el chequeo de nuestro careto en el espejo. En las películas, rara vez vemos actrices sentadas en el water, pero os aseguro que una mujer normal caga como los hombres. Con una diferencia: nosotros no podemos entrar, ella sí.

Además el cuarto de baño se puebla de repente de miles de pequeños frascos de cremas, perfumes y ungüentos misteriosos, con lo que la antes simple tarea de encontrar nuestra espuma de afeitado se vuelve imposible, y en vez de ponernos After-Shave nos ponemos crema para las arrugas.

· La Cocina

Se acabaron experimentos de nouvelle cuisine, desayunos con Sushi el domingo por la mañana o viajes frecuentes a la nevera en busca de cerveza. La mujer trae orden en la cocina. La despensa se puebla de yogures con muesli y kiwi, zumos de piña y pera, leche desnatada, quesos frescos sin sabor, verduras y agua mineral natural. Beber una cerveza y eructar sería inaceptablemente vulgar, así que queda descartado.

Los desayunos, a base de tostaditas y mermelada, harían llorar incluso a un capitán de las SS. Los solteros ya no podemos cocinar: es algo inaceptable. Además ni siquiera nos dejan entrar en la cocina, y si intentamos flirtear por la espalda podríamos acabar con una cuchara de madera en el ojo. Lo único que nos han dejado es la tarea de lavar los platos, que antes delegábamos a la lavavajillas, pero que ahora hacemos manualmente, porque "la lavavajillas limpia mal".

· Otros ambientes

La casa reserva todavía muchas sorpresas. Los gadgets que teníamos colgados por el pasillo son eliminados y esterilizados, y todo el porno que teníamos repartido (Interviú y demás), directo a la basura. Nuestra colección de comics, los libros, los CDs... van desapareciendo de forma caótica e inesperada. Lentamente nuestro habitat se erosiona y se adapta a la mentalidad femenina de casa, según la cual el domicilio no es un refugio para osos, sino un lugar que hay que mantener limpio.

- Fuera de la Casa

Es el otro gran ambiente que vamos a describir. Al fin y al cabo conocimos a nuestra compañera en el Mundo Exterior, y es allí donde seguiremos perdiendo nuestros derechos de soltero de forma progresiva y palautina.

· En el Coche

Generalmente el coche de soltero no gustará a nuestra compañera: color demasiado agresivo, es pequeño, tiene algunas pegatinas ofensivas ("Chúpate ésto" o "Cabrón a Bordo"), un cuerno colgando del espejo retrovisor, docenas de cintas de audio de heavy metal, los ceniceros que rebosan... La guantera: llena de condones, latas de cerveza vacías, cajas del McDonald comprimidas, un ejemplar de Playboy del año pasado, la cápsula naranja de un huevo Kinder que conservamos desde 1986... Nos obligará a cambiar de coche (por ejemplo un Seat Toledo blanco de 1993), a lavarlo cada sábado por la mañana, y a poner uno de esos asquerosos desodorantes matarratas.

· En el Restaurante

Si antes el soltero iba a restaurantes chulos, étnicos, o sencillamente grasientos, ahora ya no. La comida tiene que ser sana y barata, ella nos dice lo que tenemos que comer y beber, y se ríe de nosotros si se nos cae un trozo de bistec en el vino. A la hora de pedir un café con whisky nos mira como si fueramos alcoholicos de toda la vida. Reconocemos a un esclavo cuando vemos a un hombre darse la vuelta y decirle al camarero: "Sshht, ponme una gotita de anís...". Qué triste es la vida en pareja. Además la cuenta la pagamos nosotros.

· En el Cine

El soltero es un asiduo de los cines, y le gusta mirar películas francamente malas en sesión de madrugada. Nuestra compañera nos pedirá por otro lado que vayamos a ver la última peli con Richard Gere a las cuatro de la tarde, después de comer, cuando ningún cristiano iría jamás a ver una película. Y luego, obviamente, se queja de que nos durmamos, o que nos pasemos con las palomitas. Lo peor de todo es que a la hora de salir no comentan nada de la película: una horas después nos despertarán en mitad de la noche preguntándonos porqué X mató a Y. O porque nosotros no podemos ser tan guapos como Richard Gere. Lo mejor en estos casos es lanzar un aullido y atacar.

Fin